Reseña del videojuego “El Principio de Talos 2”
El Principio de Talos 2” (2023) es un videojuego de puzzle con una curiosa trama que invita al jugador a pensar en el significado de ser “humano” y el rumbo que debería tomar la humanidad.
Se trata de la secuela al “El Principio de Talos” (2014), cuyo protagonista es un androide que debe resolver una serie de puzzles para escalar una enorme torre y llegar al reino de ELOHIM, un ser incorpóreo que se presenta como el creador. Poco a poco, el jugador descubre que ese mundo es una simulación que un equipo de científicos e ingenieros creó mientras la sociedad humana era aniquilada por un virus liberado de un glaciar derretido por el calentamiento global. Este equipo buscó entrenar a una inteligencia artificial que adquiriese conciencia y continuase el legado de la humanidad después de la extinción de ésta.
Aparte de resolver todos los puzzles, “ganar” en este juego sólo es posible si, en vez de ir al “cielo” y liquidarse entre las infinitas interacciones del programa de entrenamiento, el protagonista rechaza a ELOHIM. Esto demostraría su capacidad de pensamiento libre y, por tanto, según el marco filosófico argumentado en el curso del juego, su humanidad.
“El Principio de Talos 2” comienza cuando ese protagonista, al escapar de la simulación, “nace” en un cuerpo robótico en el mundo real, como el androide 1K. Su nombre, que significa mil, refleja el hecho de ser el milésimo androide nacido de esta forma. Pero el jugador pronto descubre que su nacimiento ha sumergido a la utopía de Nueva Jerusalén en una profunda crisis.
El primer androide, la “Fundadora” Atenea, hacía tiempo se había puesto la meta de llegar a los mil androides. Luego de desaparecer misteriosamente de la ciudad, este objetivo (“el Objetivo”) se interpretó como una advertencia profética según la cual, si la sociedad “humana” sobrepasara este número y se expandiera más allá de los límites de la burbuja en la que vive, sólo sería cuestión de tiempo antes de que la arrogancia humana la llevara nuevamente a un desequilibrio con la naturaleza y a la misma concentración de poder que impidió que la humanidad previa se pudiese enfrentar a los fenómenos que llevaron a su extinción.
Resulta que Atenea había descubierto la teoría del todo, que básicamente permitiría un desarrollo tecnológico infinito. Pero cuando su “hija” muere en un accidente de laboratorio, Atenea entra en duda y, para tratar de entender cuál sería el camino correcto para la humanidad, se fusiona con la supercomputadora que había creado, que simboliza las fuerzas productivas en su conjunto. Cuando 1K y sus compañeros la descubren, el jugador debe perfilar su propia noción de la naturaleza humana y las perspectivas sobre su futuro para decidir qué hacer con la súper computadora: utilizarla, desactivarla o aplazar la decisión.
Estas distintas posturas las representan los espíritus de Prometeo, Pandora y la Esfinge, que transmiten su filosofía al jugador al final de cada nivel. Prometeo, el titán que le brindó la tecnología del fuego a la humanidad, incita a 1K a descartar el Objetivo y hacer uso de la súper computadora para explorar el universo. Pandora, guardiana de la caja que contenía todos los males del mundo, le advierte del peligro del crecimiento desenfrenado haciendo alusiones a la caída del hombre. La Esfinge, por su parte, no hace más que lanzar acertijos de apariencia profunda cuyo propósito real es de confundir y convencer al jugador de que es incapaz de tomar una decisión.
Si bien la Esfinge representa los aspectos más fastidiosos de la filosofía posmoderna que se resigna a no entender nada, la dinámica entre Prometeo y Pandora establece un falso dilema moral en torno al desarrollo de las fuerzas productivas que refleja el pesimismo de la ideología burguesa que se reproduce en todos los niveles de la sociedad.
La extinción de la humanidad, según establece la serie, es una versión apocalíptica de nuestra situación actual. Pero esta situación no es el producto de una supuesta naturaleza arrogante de los seres humanos, que los llevaría a las guerras y a la destrucción del medio ambiente. Más bien, resultan de la necesidad insaciable de la clase dominante por avanzar sus intereses económicos a toda costa.
Nueva Jerusalén parece ser una sociedad comunista avanzada en la medida en que no hay distinciones de clase ni escasez y todos contribuyen como iguales al desarrollo de la sociedad y su cultura. En una situación así, donde la sociedad es consciente de la necesidad de convivir en armonía con la naturaleza y tiene todos los medios para hacerlo, no es claro cómo surgiría una oposición entre el desarrollo tecnológico y la armonía ecológica, ni el impulso de priorizar lo primero ante lo segundo. Además, en una sociedad igualitaria y democrática, nadie podría beneficiarse a costa de otro, ni imponer su voluntad sobre los demás.
Estas contradicciones reflejan las limitaciones del pensamiento burgués a la hora de imaginar el futuro. Un buen marxista que eligiera desarrollar las fuerzas productivas en esta situación se sentiría impotente al tener que asentir mudamente ante la falsedad de que se trata de una decisión arriesgada, dadas estas tendencias destructivas de la humanidad. Se echa en falta la opción de justificar esta decisión con una explicación científica de por qué ocurrieron esas tragedias del pasado y por qué en un comunismo avanzado no volverán a ocurrir, pues la justificación por defecto que ofrece el juego, que simplemente insiste que la humanidad puede superar sus tendencias destructivas, al tiempo que es profundamente pesimista, es idealista y utópica.
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