La amenaza de la extrema derecha: ¡contraataquemos con organización de clase!

Este verano hemos presenciado un auge de la extrema derecha vinculado a algunos acuchillamientos en el Estado español, Alemania y Reino Unido. Particularmente alarmante ha sido este último caso, en el que grupos fascistas como la Liga para la Defensa Inglesa (EDL) y Alternativa Patriótica convocaron en torno a 30 manifestaciones violentas en todo el país.

La extrema derecha sigue el mismo patrón en todos los países: aprovechar la indignación natural ante cualquier crimen violento para extender bulos y desinformación, inoculando el veneno del racismo y la xenofobia entre la clase trabajadora, para organizar bandas fascistas que aterroricen a las comunidades migrantes. El contexto español no es diferente: el asesinato de Mocejón el pasado agosto tuvo como consecuencia la difusión indiscriminada de propaganda ultraderechista.

El peligro es real, y tenemos que organizarnos para combatirlo. No podemos esperar nada de la policía ni del Estado españoles, aparatos corruptos y racistas hasta la médula. Somos nosotros, la clase trabajadora y los estudiantes, los que debemos movilizarnos antes de que la extrema derecha gane más posiciones. Un movimiento antifascista masivo y organizado barrería a esta escoria rápidamente de las calles, y sería un punto de partida magnífico para pasar a la ofensiva contra la carestía de vida, la precariedad laboral y los recortes en servicios públicos.

Crímenes y manipulación: la estrategia de la ultraderecha

El terrible acuchillamiento de Southport (Reino Unido), que se saldó con la muerte de tres niñas y varias personas hospitalizadas, desató una oleada de disturbios racistas. En esta localidad, los fascistas aterrorizaron a la comunidad musulmana, asediando la mezquita local. En el resto del país, cientos de encapuchados atacaron alojamientos para solicitantes de asilo, instituciones para refugiados, etc.

Pocas semanas después, se producía otro apuñalamiento en un festival en Solingen (Alemania), en el que perdieron la vida tres personas y otras ocho resultaron heridas. Dicho ataque fue reivindicado por el Dáesh. Este hecho ha enardecido a las fuerzas de la reacción en Alemania, catapultando a los ultraderechistas de AfD para las elecciones regionales de Turingia y Sajonia.

si no damos una respuesta contundente a estos ultraderechistas se volverán cada vez más atrevidos / Dominio público

Asimismo, la oportunista ultraderecha española tampoco ha dejado pasar el doloroso crimen de Mocejón (Toledo) para asomar su repugnante cabeza. El acuchillamiento de un niño de 11 años, llevado a cabo por un enfermo mental grave, les dio el pretexto que necesitaban para incendiar las redes con propaganda racista y xenófoba. Las primeras 24 horas tras los hechos fueron copadas por agitadores fascistas como Daniel Esteve de Desokupa, o Alvise, que difundió la matrícula del coche de la madre del detenido en Mocejón por un canal de Telegram. Si bien en esta ocasión la cosa no llegó a mayores, si no damos una respuesta contundente a estos ultraderechistas se volverán cada vez más atrevidos, como vimos recientemente con los más de 200 ataques a sedes del PSOE.

Sin duda, el resultado de la extrema derecha en las últimas elecciones europeas ha vuelto a inflar los ánimos de la reacción. Pero aunque reconozcamos la amenaza creciente de las bandas fascistas, no podemos extraer la conclusión de que la extrema derecha esté ganando a las masas en ningún país de Europa.

Como hemos explicado en otros artículos, la base de masas de la ultraderecha es muy limitada. En las mismas elecciones de julio, tan sólo votaron el 51% de los europeos (el 49% en el Estado español), lo que queda muy lejos de representar una tendencia mayoritaria en la sociedad.

La crisis del capitalismo, la causa real 

Esto es todo lo que tiene para ofrecer el capitalismo europeo en 2024: miseria y degradación social en todos los países, y hordas de fascistas campando a sus anchas. Los estallidos de extrema derecha están relacionados directamente con la crisis económica mundial, y en particular con el estancamiento europeo, ya secular. El FMI mencionaba recientemente la atonía del crecimiento económico global, con apenas un 1,7% para las economías avanzadas y un raquítico 0,9% para la zona euro.

Todo esto genera consecuencias graves en las condiciones de vida de la clase trabajadora, y tiene su reflejo en una creciente polarización política. La izquierda, carente de cualquier programa revolucionario, ha accedido gustosamente a gestionar la crisis del régimen. Por su parte, la extrema derecha se beneficia increíblemente de esto, ya que en la mayoría de países aparecen como la opción más antisistema y radical. Su propaganda es extremadamente simple: los inmigrantes tienen la culpa del colapso de la sanidad, la educación, la falta de empleo, la inflación y todos los males imaginables.

Estas ideas germinan en el suelo fértil de la degradación social extrema en la que nos encontramos, perfecto para los demagogos y aventureros de derechas, que consiguen así engañar a las capas más desesperadas de la sociedad. Los trabajadores se preguntan cómo es posible que tras 6 años de gobierno de izquierdas no haya cambiado prácticamente nada. El odio al establishment político impulsa a un sector de la sociedad a buscar soluciones más radicales, que aparentemente se sitúan fuera del régimen, pero que en la práctica son sangre de su sangre.

Pero, ¿son ciertos los argumentos de estos ultras? ¿Realmente la inmigración está relacionada con la delincuencia? Mientras que en 2003, con 42 millones de habitantes y 1,6 millones de inmigrantes con permiso de residencia, hubo en España 567 homicidios intencionados; 20 años después, en 2023, con 48 millones de habitantes y 2,9 millones de migrantes, la cifra ha sido de 336 homicidios intencionados. Realmente, la tasa de homicidios intencionados en España se ha reducido a menos de la mitad en 20 años, de 1,3 a 0,61, y el resto de delitos también se han reducido, excepto los sexuales.

Ni Estado burgués, ni pacifismo  

Algunos sectores en la izquierda demandan mayor intervención estatal (esto es, más policía), o bien apelan simplemente a la “unidad” y la “paz social” frente a estos ataques. Ninguno de los dos caminos nos protegerá de los pogromos.

El Estado español, nunca depurado de sus elementos franquistas, es intrínsecamente racista y antiinmigrante. Los extranjeros pobres, especialmente los africanos, están institucionalmente criminalizados, deshumanizados como “menas”, internados en los CIEs y obligados a vivir una existencia miserable, con el objetivo de mantener una mano de obra barata y sin derechos, aislada de la clase trabajadora nativa y de la lucha sindical.

El Gobierno de Sánchez, en su línea de mezclar declaraciones grandilocuentes con ninguna medida concreta, tampoco ha hecho nada para abordar estos problemas. No se conoce ninguna iniciativa para combatir el veneno racista y xenófobo en el seno de la estructura del Estado, de la cual es ferviente servidor aun constatando los problemas que le está creando a su propio Gobierno.

El cretinismo parlamentario del resto de la izquierda tampoco ayuda. De hecho, la causa principal de la popularidad de la extrema derecha es la incapacidad de la izquierda de ofrecer un programa radical de transformación de la sociedad. Sirva como ejemplo la actitud de IU, que ante el caso de Mocejón se limitó a pedir a la Fiscalía que investigase la desinformación vertida en X.

Organicemos la respuesta: luchemos por la revolución 

la movilización conjunta de la clase trabajadora desinflaría a la ultraderecha / The Communist

Las oleadas de violencia de la extrema derecha han causado alarma y miedo entre los musulmanes y otros grupos que están siendo atacados por estos pogromos. Los trabajadores comunes y los jóvenes quieren saber cómo luchar, para arrancar de raíz esta amenaza antes de que se expanda por nuestros barrios.

En Gran Bretaña se convocaron contra manifestaciones que superaron a los fascistas en prácticamente todas las ciudades. Por ejemplo, en Bristol, activistas locales lograron repeler a los seguidores de la EDL, que intentaban atacar un alojamiento para refugiados. Vídeos en Stoke muestran a un gran grupo de jóvenes defendiendo la mezquita local y ahuyentando a la extrema derecha. De manera similar, en Blackburn, Middlesbrough y otros lugares, los residentes musulmanes organizaron patrullas para protegerse de las bandas racistas.

Este es el camino a seguir: la movilización conjunta de la clase trabajadora desinflaría a la ultraderecha en lo que tarda en estallar una pompa de jabón. Como demostró la huelga del metal en Cádiz (2021), la movilización masiva de la clase obrera silencia automáticamente todas las voces de los ultraderechistas, que quedan reducidos a murmullos por las esquinas.

En definitiva, necesitamos prepararnos desde ya, no esperar a que la enfermedad del racismo se extienda. Ha quedado claro que la izquierda parlamentaria sólo ofrece discursos vacíos y que las instituciones son parte del problema, no de la solución. La única respuesta efectiva es el frente único de las organizaciones obreras, tanto políticas como sindicales, que barra a la ultraderecha con la movilización de masas.

Puedes enviarnos tus comentarios y opiniones sobre este u otro artículo a: [email protected]

Para conocer más de la OCR, entra en este enlace

Si puedes hacer una donación para ayudarnos a mantener nuestra actividad pulsa aquí