Disturbios en Salt: ¡contra el gran capital, expropiación sin indemnización!
La semana pasada, una familia fue desahuciada de su piso en Salt, un municipio gerundense, y todo ello ha ocasionado disturbios durante, por ahora, dos días seguidos. La situación escaló la noche del martes cuando la gente se enfrentó a los Mossos d’Esquadra.
El motivo del desahucio inicial ha sido el impago de la hipoteca, la ejecución de una deuda hipotecaria. La familia, formada por ocho hijos, un padre y una madre, tuvo que marcharse tras no pagar la deuda a un banco en bancarrota durante cinco años. Los servicios de vivienda, que deberían servir para alojar a las familias en situaciones precarias, les denegó la petición por no ser una familia vulnerable. Es así como regresaron al piso de donde los habían echado, sin embargo, éste ya lo habían equipado con tecnología de seguridad y, cuando la policía llegó, los echaron de nuevo, esta vez violentamente, enviando a su padre al hospital.
No es un caso aislado, por supuesto. Esta situación la vemos día a día, no sólo en Barcelona o Girona, sino en todo el Estado español y, naturalmente, en todo el mundo. Los bancos venden las deudas hipotecarias a fondo buitre por un precio muy inferior, y estos últimos se encargan de echar a las familias que viven allí. Roban estos pisos en masa para ponerlos en alquiler a un precio muy superior. Por eso, más que nunca es crucial exigir que la vivienda sea un derecho, para que los «propietarios» no puedan especular y aumentar su capital a costa de los trabajadores. Éste es el hecho objetivo, hablamos de una cuestión de clase entre los burgueses —bancos, grandes propietarios, etc.— y la clase obrera, la mayoría de la población. Los primeros utilizan la vivienda como una mercancía más –con el único objetivo de acumular beneficios–, mientras que la clase obrera emplea la vivienda como bien de uso, como objeto para vivir.
Esta contradicción fundamental no puede superarse mientras siga existiendo el capitalismo. La impotencia del reformismo ante la crisis del capitalismo, la explotación y la opresión de clase creciente se expresa cuando Viñas, el alcalde de Salt y miembro de ERC, dice: «tenemos las herramientas que tenemos a la hora de poder ofrecer alternativas habitacionales». La realidad es que sí existen, e incluso de sobra, recursos suficientes para asegurar una vida digna para todos. Hay que expropiar sin compensación a los grandes propietarios, bancos y fondos buitre y poner el parque de vivienda en manos de sindicatos y de los vecinos, de modo que éste se gestione según el interés de la mayoría, no de un puñado de parásitos especuladores.
Como respuesta al escándalo provocado por la policía —que defienden los intereses del gran capital—, los jóvenes salieron a la calle el lunes por la noche y tiraron piedras y huevos a la comisaría local. Ante los hechos, se anunció una manifestación para el día siguiente. El padre de la familia pidió tranquilidad, pero la juventud, que semana tras semana debe presenciar estos ataques en la clase obrera, salió a la calle la noche del martes. La conciencia de miles de jóvenes en Catalunya es radicalmente clara. Encuentran una causa y una consecuencia para la situación de sus calles. Ha habido muchos disturbios y enfrentamientos con los Mossos d’Esquadra, que defienden física y violentamente la ejecución de los desahucios.
«Hem sortit al carrer perquè estem patint en silenci.» Són alguns dels joves que aquesta setmana han estat protestant a Salt per la crisi d’habitatge, la falta d’oportunitats i el racisme. «Volem que ens escoltin perquè som d’aquí» https://t.co/NUTBjYoFPV pic.twitter.com/odyOV2mBKh
— 324.cat (@324cat) March 13, 2025
Viñas, tratando de mantener «la paz» entre los trabajadores y las autoridades burguesas, empleó la clásica táctica de separar los actos «vandálicos» de los desahucios, además de aumentar drásticamente la presencia policial. Sin embargo, ¿es que una cosa no ocasiona la otra? ¿Acaso es la primera vez que echan a una familia trabajadora? Los medios de comunicación burgueses atacan a los vándalos, calificando los disturbios como violentos, y la violencia como impermisible. Aun así, nunca les veremos asumiendo la violencia que supone un desahucio: el acto de un empresario, banco o ayuntamiento de echar de casa a unas personas que no tienen techo bajo el que vivir. La prensa burguesa trata de esconder la situación general y los hechos objetivos recurriendo al subjetivismo: el padre era musulmán, tenía dinero suficiente para seguir pagando la hipoteca, él mismo ha pedido pacifismo, etc. Parece mentira que todavía crean que los trabajadores están lejos de llegar a una conclusión. La situación objetiva es que los grandes propietarios compran estos pisos y los destinan al sector turístico, a la especulación y ganancia de capital. El capital nunca falta en la ecuación. ¿De dónde procede la necesidad «tan salvaje» de conflicto, las ganas de enfrentarse a la policía? Según la prensa burguesa, de la «tensión del momento», de «encapuchados fanáticos del islam con ganas de violencia», tal vez. La respuesta es imposible sin poner los pies en el suelo, sin recurrir a la realidad: el responsable es el capitalismo y los burgueses que le sustentan.
No hay motivo para seguir viviendo sin hacer caso a los hechos. Las etapas revolucionarias llegan, en primera instancia, porque los trabajadores se ven con la necesidad de luchar por una vida digna, es decir, porque no tienen alternativa. La respuesta de los jóvenes a Salt es una clara demostración de que existe una capa cada vez más amplia de la población que se está radicalizando, que busca una salida a la crisis mundial del capitalismo. Sin duda, el momento en que no habrá ninguna alternativa inmediata está cada vez más cerca. Por eso es necesario organizarnos y prepararnos para los tiempos que nos esperan. Sin teoría revolucionaria, no existe ninguna práctica revolucionaria, sólo una crisis prolongada ocasionada por el sistema actual. Es hora de demostrar que nuestras ideas pueden explicar el mundo y, sobre todo, pueden cambiarlo.
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